01 Jun Salinas Marinas de Fuencaliente….. o ese lugar m√°gico del sur
Hace varios años que volví a mi Isla. Hace varios años que busco, curioseo y descubro lugares, personas, momentos, sabores nuevos y que, a la vez, han estado siempre ahí sin yo saberlo. De todos ellos, uno de los mejores es, sin duda, las Salinas Marinas de Fuencaliente y la familia Hernández García.
Mi amigo Andrés Hernández es una de esas personas que sabe que hay que dar a esta Isla nuestra una nueva oportunidad, consciente como es de que guarda en ella mucho potencial, de que tiene tesoros escondidos que hemos de saber ver y compartir. Andrés volvió también hace unos años y volcó todas sus ganas en impulsar el negocio familiar: la Sal Teneguía. Purísima sal del Atlántico con excelentes condiciones organolépticas que, esos días en los que la juguetona naturaleza lo permite, nos ofrece a los pobres mortales su tesoro en forma de Flor de Sal, una sal escasa de calidad suprema reconocida y deseada por expertos gastrónomos incluso de fuera de nuestras fronteras, pues desde hace muchos años exportan a Alemania y mantienen como clienta a Martina, que fue su primera experiencia de exportación allá por los años 90. Poco a poco se han introducido también en Austria y Holanda y, más recientemente, en Estados Unidos.
El es tercera generación de una familia dedicaba, de una u otra manera, a la extracción y venta de sal desde que el abuelo Fernando, allá por mediados de los años 60, pasaba media vida en el punto más al sur de la Isla, atendiendo y dando de comer a sus trabajadores para que rindieran todo lo posible. Quería terminar la construcción de sus Salinas cuanto antes para comenzar a vivir su increíble sueño: convertir ese paraje yermo a simple vista en una actividad referente a nivel gastronómico, paisajístico y de naturaleza viva. Enfrascados como están ahora en un nuevo proyecto que el abuelo quizá ni hubiera soñado, no dudan en transmitir a cualquiera que muestre algo de interés en escuchar todas las historias que se esconden en cada piedra, en cada grano de sal o en cada vaso de vino, de Fuencaliente, por supuesto, que hemos compartido en las mismas salinas, al lado del rugido del bravo Atlántico. Un lugar inigualable, mágico y sorprendente. Es ahora la abuela, Antonia Villalba, la que cuenta las historias más antiguas, la matriarca familiar que defiende a capa y espada este rincón palmero que su marido construyó con tanta ilusión… en blanco y negro… sal y lava del volcán Teneguía… un contraste perfecto y un espectáculo único.
Andrés sueña con el día en que podamos terminar la increíble Ruta de los Volcanes tomándonos un reparador gofio escaldado en su casa, en el sitio que casi lo vio nacer y donde pasa la mayor parte de sus días, a veces en soledad, a veces rodeado de familia, amigos y visitantes a los que nunca les falta algo rico para compartir. Ese día en que su restaurante, centro de interpretación, zona de descanso y muchas cosas más, vean la luz y pueda ofrecer a todos los que pasan por allí, más de 50.000 visitas el año pasado, una excelente experiencia para que podamos admirar más si cabe la negrura del volcán y el cielo por la noche en contraste con el blanco inmaculado de las montañas de sal y el brillo cegador de nuestras estrellas. En las Salinas parece que se caen sobre uno, parece que la naturaleza viva te abraza, te arrulla con el canto del mar. Si lo vives una vez ya no te olvidas…
Normalmente la producción y recogida se produce de mayo a octubre, pero en las Salinas siempre encuentro algo que me sorprende, que me despierta los sentidos. Este año, por primera vez en su historia, la caprichosa naturaleza no ha querido parar y hemos podido disfrutar de las preciosas montañas de sal en zafra hasta volver a comenzar la temporada. Debe ser que sabe que los Hernández García están haciendo un gran esfuerzo parando parte las charcas de producción para dar cabida al nuevo sueño. Esfuerzo como el que Andrés nunca dejará de agradecer a su padre Fernando, figura inigualable en la que él se apoya continuamente. No en vano sigue siendo el jefe, a pesar de que en los años 90 cuando las cosas se pusieron feas, pudo haber abandonado para dedicarse a otras cosas más estables. Hoy está muy orgulloso de lo que ha contribuido a crear, se le ve en los ojos brillantes cuando habla de Andrés, del continuador de su ingenio salinero, su mano derecha en el negocio, su sucesor. Compartir un ratito con él frente a un vasito de vino es siempre un regalo de la vida. Sabe de lo que habla y comparte su saber con todo el que quiera sentarse en alrededor de su mesa especial, tranquilamente, sin prisas.
Ahora vivimos otro de esos momentos delicados, pero Andrés no tira la toalla. No he visto mayor determinación en una persona para luchar por lo suyo, para mejorar, para hacer las cosas bien hechas. Estoy segura de que podrá seguir por muchos años compartiendo con su familia y amigos ese hermoso lugar mientras sigue creciendo y haciendo de las Salinas un lugar mejor si cabe para todos los que quieran pasar por allí.
Hasta hace poco tiempo seguían llegando cartas y fotografías de visitantes que se hicieron una vez con el abuelo; aún llegan de vez en cuando preguntando por él. Ya no está por allí, pero seguro que, donde quiera que esté, se siente más que satisfecho viendo como su nieto continúa con ese pedacito salado de sur que él hizo suyo, que él creó y levantó por un sueño… un sueño que, amigos, les invito a descubrir en ese lugar mágico del sur.
Por Yolanda Yanes.