26 Jan Un mundo de lava y sal
Las salinas de Fuencaliente, en La Palma, un mundo altamente biodiverso
En la parte más meridional de la isla canaria de La Palma, declarada Reserva de la Biosfera por la Unesco, se hallan las salinas de Fuencaliente, englobadas en el Monumento Natural de Los Volcanes del Teneguía. Constituyen el último complejo salinero tradicional en pleno funcionamiento del archipiélago y la única salina de la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Aquí, la producción artesanal de la sal perdura gracias al tesón y al empeño de la familia que lo puso en marcha en los años sesenta, los Hernández Villalba.
Asentadas sobre negros piroclastos y coladas procedentes de erupciones antiguas y modernas, como la que ocasionó el Teneguía en 1971 (la última erupción registrada en nuestro país y que a punto estuvo de sepultar las salinas), las níveas y casi cegadoras salinas son además un espacio natural protegido catalogado como Sitio de Interés Científico (SIC) por la extraordinaria biodiversidad que albergan. Más de 30 aves limícolas, gaviotas y charranes recalan en este paraje a medio camino entre Europa y África, un ecosistema habitado por organismos altamente adaptados a la sal donde encuentran refugio y alimento. De forma accidental se han observado flamencos, tarros blancos y rarezas nacionales como el andarríos maculado o el chorlitejo mongol chico.
Dentro de los cocederos, donde reposa el agua marina antes de ser trasladada a los cristalizadores (pequeños depósitos de barro donde se formarán lo cristales de sal), la concentración de sal oscila entre los 36 y 290 gramos por litro de agua marina. Aquí sólo pueden sobrevivir organismos halófitos, como la fanerógama Ruppia maritima, el pequeño crustáceo Artemia salina y el alga microscópica que sirve a éste de alimento, la Dunaliella salina. Esta alga es la causante de que los cocederos adquieran un tono rosado… color que también lucen los animales que ingieren esos crustáceos, como es el caso del flamenco.
«Esta alga se estresa a medida que aumenta la cantidad de sal disuelta en el agua. Puede resistir con vida hasta que la concentración salina alcanza los 250 gramos por litro –explica Andrés Hernández García, miembro de la tercera generación de la empresa familiar propietaria de las salinas y gerente de la misma–. Al estresarse, el alga produce un pigmento de la familia de los carotenoides de color rosado, responsable de conferir esa tonalidad. Cuando la cantidad de sal en agua supera el límite asumible por el alga, ésta desaparece y otro organismo halófito ocupa su función colorante: una cianobacteria del género Halobacterium de color rojo o púrpura, que tinta el agua no mediante un pigmento sino gracias a una proteína muy sensible a la luz llamada bacteriorodopsina.»
Todo un mundo la mar de salado y lleno de vida. “Un ejemplo vivo de armonía entre conservación y explotación de los recursos naturales, pues se produce una sal de excelente calidad conservando al mismo tiempo todo un legado cultural, medioambiental, paisajístico y etnográfico de gran valor”, añade Hernández.  ––Eva van den Berg
Publicado en: http://www.nationalgeographic.com.es
Fotos: Eva van den Berg